viernes, 29 de mayo de 2020

El arte bizantino

El arte bizantino


En el 395, la decadencia de Roma impuso la división de aquella vasta extensión territorial que habría de sufrir una escisión en dos imperios: el de Oriente y el de Occidente. El Imperio de Oriente emerge en contraposición al deterioro, la decadencia y a la fragmentación en la que se verá sumido el de Occidente. Bizancio, en el que se funden las aportaciones romanas, griegas y mesopotámicas, se convertirá en un foco esencial de la cultura que ejercerá una influencia vital y deslumbrante sobre el Occidente medieval. El Cristianismo adquiere, gracias a los espacios sólidos y bien definidos de la arquitectura romana, que fue la primera que adoptó el Cristianismo, por espacios dilatados e indefinidos.

En Bizancio se pueden distinguir tres Edades de Oro dentro de las que sobresale, sin lugar a dudas, la primera. Durante este período, encarnado en la figura del emperador Justiniano y de su esposa Teodora, se produce un intenso auge cultural. Sólo los problemas de la iconoclastia y el avance musulmán perturbaron e interrumpieron el desarrollo de este gran imperio.

INTRODUCCIÓN AL ARTE BIZANTINO
Cómo nace el Imperio bizantino


El Imperio romano se había convertido en una estructura inabarcable, cuya supervivencia se hacía cada vez más costosa, por lo que el emperador Teodosio, en el año 395, toma la decisión de dividirlo entre sus dos hijos. A Honorio le da Occidente y a Arcadio, Oriente. Occidente, como ya veremos, termina cayendo en manos de los pueblos bárbaros. A partir del año 476, el único imperio que persiste es el de Oriente, cuya capital, Constantinopla, había sido fundada por Constantino I en el 324. Con este acontecimiento se inicia una civilización que pasará por distintas etapas y que finaliza con la toma de Constantinopla por los turcos en el año 1453. Durante todo el tiempo en que Bizancio se mantenga en pie, ejercerá una gran influencia sobre el arte y el pensamiento occidental. En materia religiosa se presentaron grandes dificultades, puesto que se produjeron luchas religiosas en las que se trataba de establecer la verdadera naturaleza de Cristo: unos afirmaban que era una sola y divina, tal como estableció el papa León I en el concilio de Calcedonia (monofisismo), mientras que otros señalaban que era doble, humana y divina al mismo tiempo (diofisismo).

Constantinopla, por último, era la ciudad de las diversiones. Al lado del palacio sagrado y Santa Sofía, el hipódromo era uno de los centros de la vida, y hasta el siglo XIII las carreras y las funciones de circo constituyeron uno de los más agradables placeres que ofrecía la capital, tanto a los súbditos como a los extranjeros.


Cronología del arte bizantino


En la historia y en el arte bizantino distinguimos tres momentos diferentes:
  • Primera Edad de Oro
Comprende los siglos VI y VII. Justiniano es el representante más brillante de este primer período. Gobernó durante cuarenta años y se casó con Teodora, una joven bailarina de gran talento. Gran parte de sus proyectos se llevaron a cabo en Constantinopla, donde realizó un buen número de edificios. Se supo rodear de eficaces consejeros, como Juan de Capadocia, Belisario y Narsés, que fueron capaces de crear un disciplinado ejército. Se preocupó por crear una buena base jurídica para su gobierno: corpus iuris. La pretensión fundamental de este gobernante era unificar las leyes y revitalizar el Derecho Romano. Intervino y controló muchos aspectos de la religión. Podemos afirmar que, en este sentido, se produce una fusión del poder espiritual y el poder temporal, algo que se ha venido denominando cesaropapismo. Durante su gobierno se inició el problema de la querella iconoclasta, en la que se afirmaba que la representación de Cristo, de los santos y la Virgen era una herejía, que obligaba a destruir este tipo de imágenes. En el año 725 el emperador León III Isáurio proclamó el primer edicto en contra de las imágenes. Mosaico de Teodora. San Vital. Rávena y del Mosaico de Justiniano. San Vital. Rávena


  • Segunda Edad de Oro


Se inicia en el siglo IX y finaliza en el siglo XII. En el año 867 sube al trono Basilio I quien funda la dinastía macedónica con la que se produce un resurgir que se ha denominado "renacimiento macedónico". Este momento de esplendor pervive durante los reinados de los Ducas y de los Conmenos, otras dinastías bizantinas. Es, además, un período de expansión territorial en que se reconquista buena parte del espacio perdido anteriormente y se ocupan otros nuevos territorios como Dalmacia en el Adriático, el Danubio, una pequeña parte del sur de Italia y la costa de Siria. En este momento finaliza el problema de las imágenes, cuya raíz se encontraba en el enfrentamiento de dos tradiciones, por un lado, la cultura plástica de los griegos y por otro la de Oriente, más abstracta como ya analizaremos.

  • Tercera Edad de Oro

Va desde finales del siglo XII hasta el año 1453 en que los turcos caen sobre Constantinopla poniendo fin, de este modo, al Imperio bizantino. El trono fue ocupado por la dinastía de los Paleólogos, que fue bastante poco firme y tuvo grandes dificultades para mantenerse hasta el año 1453. Podemos decir que, en realidad, la agonía del imperio se inició doscientos cincuenta años antes de su caída definitiva, cuando la situación económica comienza a agravarse. En el año 1204 el imperio había perdido su capital, las islas y los puertos griegos les habían sido arrebatados por los venecianos. Constantinopla fue reconquistada por Miguel VIII Paleólogo en 1261, para ser perdida definitivamente con la llegada de los turcos. El peso cultural de lo bizantino quedó patente en el arte ruso, búlgaro y yugoslavo, incluso tras la desaparición de este imperio. A todo esto hay que unir las fuertes dimensiones que se produjeron con la jerarquía de la Iglesia Católica y que culminaron en el año 1053 con el cisma de la Iglesia de Oriente, encabezada por Miguel Cerulario, quien fue excomulgado por los legados del Papa León IX el 16 de julio del mismo año, punto de partida de la religión ortodoxa que presenta fuertes diferencias con respecto a la católica.


 LA ARQUITECTURA BIZANTINA

 Características generales de la arquitectura bizantina

La arquitectura en Bizancio va a ir evolucionando con el paso del tiempo, pero a pesar de ello, es posible señalar algunos rasgos generales que se mantendrán:
  • Las aportaciones arquitectónicas son fruto de profundos estudios científicos aplicados a la construcción y de las influencias del arte romano.
  • Los edificios se construyen con piedra, algunas de ellas son muy ligeras, de consistencia porosa y con ladrillos. Los materiales no tienen por qué ser especialmente ricos puesto que más tarde van a ser revestidos de mármoles y mosaicos. En general, podemos afirmar que los edificios bizantinos son sobrios e incluso pobres en el exterior y deslumbrantes en el interior.
  • La arquitectura bizantina es abovedada. Se emplean pechinas para sostener las cúpulas. Los empujes de las cubiertas se contrarrestan no sólo con contrafuertes sino también con otras bóvedas de medio cañón y con cúpulas, como veremos en casos concretos como la iglesia de Santa Sofía.
Santa Sofía. Estambul
  • Las plantas pueden ser de tipo basilical y central. Las plantas basilicales se cubren con bóvedas. En las de planta central la cúpula puede ir directamente sobre el muro o bien descansar sobre columnas que sirven para crear un espacio anular. En ocasiones se tratará de combinar la planta central con la basilical. 
  • El espacio es entendido de un modo bastante diferente con respecto a la arquitectura romana: frente al espacio estático del arte romano, los bizantinos crean un espacio dinámico y elástico.
El espacio de los edificios religiosos cobra un importante significado que se ha de poner en relación con la celebración de la liturgia. La bóveda se asemeja al cielo en el que resplandecen las estrellas, de la misma manera que resplandecen los mosaicos que la recubrían. Ésta se asienta sobre cuatro arcos que simbolizan los cuatro puntos cardinales sobre una estructura cuadrada, la Tierra. Una iglesia es una pequeña reproducción del cosmos, según nos informa un texto siriaco del siglo VII.
  • La basílica paleocristiana evoluciona dentro del arte bizantino haciéndose más compleja, en ella distinguimos los siguientes elementos: 
-Atrio: es el patio, en su centro encontramos el fial, una especie de fuente con agua bendita. Al fondo del atrio se sitúa la fachada del templo.

-El nártex: es el lugar en el que se situaban los catecúmenos.

-Naos: dentro de la propia iglesia, es el espacio al que tiene acceso el pueblo. En alto, sobre las naves se ubica la tribuna, en la que también se sitúan los fieles. Este elemento tiene origen en el matroneum de las iglesias paleocristianas, en las que se colocaban las mujeres, que eran, de este modo separadas de los hombres, y que evolucionará dando lugar a la tribuna de los edificios románicos.

-Presbiterio: es el lugar reservado al clero. Se separa de las naves a través del iconostasio, integrado por unas placas de piedra o madera llamadas canceles.

-Prótasis Diacronicumdos dependencias anexionadas a ambos lados de la cabecera. La primera servía para guardar las especias de la Eucaristía y la segunda era el lugar en que se vestía el sacerdote.
  • Las columnas los capiteles eran de ricos materiales. Los capiteles suelen ser corintios trabajados a trépano y, en algún que otro caso, de caras planas y formas cúbicas muy depuradas. Sobre ellos se colocaba el cimacio.
  • La decoración es un elemento esencial de la arquitectura bizantina. Sienten verdadera adoración por los colores intensos que pueblan los mosaicos que revisten no los suelos, como se hacía en el arte romano, sino los muros y las cubiertas.
Pechinas
Triángulos curvilíneos que se colocan en la base de la cúpula para establecer la transición de un espacio circular, que es la cúpula, a una planta cuadrada.

Cimacio
Fragmento pétreo con forma de pirámide truncada invertida que se coloca sobre el capitel en los edificios bizantinos. Frecuentemente está decorada. Sirve para dar una mayor elevación, óptica y real, a la estructura arquitectónica.

La primera Edad de Oro


En Constantinopla durante este primer período se va a acometer un buen número de obras importantes. No sólo se construyen iglesias, sino que también se levantan obras públicas: las murallas de Teodosio el acueducto de ValenteLas murallas de Teodosio eran dos muros paralelos que debieron de servir para proteger la ciudad, así como un magnífico palacio rodeado de pequeñas construcciones, como si de una pequeña ciudad se tratase.

En este primer período se construyeron, además de la iglesia de Santa Sofía, obra a la que dedicaremos una atención especial, San Sergio y San Baco, la cual fue mandada hacer por Justiniano casi al mismo tiempo que Santa Sofía. De este mismo período es la iglesia de los Santos Apóstoles, inspirada en San Juan de Éfeso, que no se conserva. Su planta es de cruz latina y se cubre con cúpulas, la del centro mayor que las laterales. Santa Irene fue reparada íntegramente en el año 740, aunque su construcción se inició en el año 532 sobre un edificio anterior. Rávena es un foco vital del arte bizantino en la península italiana, en la que las aportaciones de éste se funden con la tradición romana. Allí se construyen San Apolinar in Classe y San Apolinar Nuovo. Por sus plantas basilicales de tres naves y arcos de medio punto sobre solumnatas, son edificios que encajan perfectamente en la arquitectura paleocristiana, pero después de un análisis más profundo descubrimos que existen muchos elementos de origen oriental: los capiteles, la forma del ábside y los magníficos mosaicos. San Vital se terminó entre los años 546 y 548. Su planta es central, alargada por la conexión del nártex y del atrio. Se cubre con una cúpula sobre pechinas sostenida por ocho pilares con sus correspondientes arcos.




Ábside de San Vital. Rávena

Cúpula gallonada
Es aquella que se erige sobre una base circular y que está dividida en una serie de plementos independientes cuya base está curvada. Cada uno de estos plementos recibe el nombre de gallón.

Procopio dijo lo siguiente acerca de la cúpula de Santa Sofía de Constantinopla: La cúpula no parece descansar sobre una obra maciza, sino como si cubriese el espacio suspendida del cielo.


Santa Sofía de Constantinopla


Santa Sofía se edificó sobre una primitiva iglesia dedicada a la Santísima Sabiduría (Sofía en griego significa sabiduría), que había ardido en el transcurso de una revuelta. Justiniano se planteó el proyecto como una gran empresa para la cual eligió a dos importantes arquitectos: Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, un matemático y un ingeniero. Ellos llevan a cabo un templo de planta cuadrada en la que aparecían la nave central, las laterales estrechísimas, el nártex y el atrio. El ábside se cubre con una bóveda de cuarto de esfera y el espacio central con una cúpula gallonada sobre pechinas en cuya base se abren cuarenta vanos que sirven para aligerar su peso. Se contrarresta con otras medias cúpulas que, en el exterior, se refuerzan con contrafuertes. Las naves laterales se cubren con bóvedas de arista. Todo el espacio está recubierto de dorados mosaicos y revestida de placas de mármol que generan una atmósfera irreal y luminosa. Hoy sabemos que los primeros mosaicos de la cúpula eran simplemente dorados y que más tarde se representó una cruz. Las ventanas llevaban vidrios coloreados que permitían la penetración de una luz tamizada e irreal.

Santa Sofía. Estambul. Turquía

Exterior de Santa Sofía. Estambul

En el exterior sobresale el juego de volúmenes y la simplicidad que contrasta con el interior profusamente decorado y notablemente más complejo. En el interior se desarrollaban complicados rituales litúrgicos en los que participaba el emperador rodeado de su cortejo. Santa Sofía es uno de los edificios trascendentales de la arquitectura bizantina y uno de los que más veces se tratará de imitar a lo largo de la historia de la arquitectura.


 Segunda Edad de Oro


Una vez que se han sentado las bases de la arquitectura bizantina durante la Primera Edad de Oro, parece haber quedado definitivamente establecido el modelo de iglesia de planta de cruz griega cubierta con cúpula. En el último cuarto del siglo IX, Basilio I construyó en Constantinopla la iglesia de Nea junto con la iglesia de Santa María en el faro, dentro del Gran Palacio. Ambas han desaparecido pero las conocemos por descripciones literarias. De la iglesia de Nea sabemos que tenía cinco cúpulas en una planta de cruz griega y que estaba precedida por un atrio. En Venecia, la iglesia de San Marcos de planta de cruz latina, con cinco cúpulas, una en el centro y las otras cuatro en cada uno de los brazos, demuestra la influencia de la arquitectura bizantina en esta zona. Es posible establecer un paralelismo entre esta planta y la de los Santos Apóstoles y, en general, toda arquitectura del siglo VI. La construcción del monumento veneciano fue bastante rápida mientras que la decoración fue mucho más lenta, y se fueron haciendo añadidos posteriormente.

 
Exterior de San Marcos. Venecia

Interior de San Marcos. Venecia

En San Marcos encontramos volúmenes bien definidos una gran esbeltez en el conjunto. Las arquitecturas comienzan a tender hacia la verticalidad, lo cual fue relativamente común durante este período, especialmente en las iglesias rusas (hoy en Ucrania). Santa Sofía de Kiev es una de las más bellas iglesias rusas de la Segunda Edad de Oro. En Grecia se construye la iglesia de Dafni (1080), un edificio diáfano y sencillo en el que conviven el uso del ladrillo y de la piedra.

Pantocrátor en la cúpula de la iglesia de Dafni. Grecia


Tercera Edad de Oro


El ejemplo más representativo de este momento es la ciudad de Mistra, en el Peloponeso, que se revela como la ciudad característica del período de los Paleólogos. No se van a producir grandes novedades desde el punto de vista constructivo, sin embargo, los exteriores se decoran algo más con pequeños detalles, se busca lo pintoresco y lo decorativo. Allí encontramos la iglesia de los Santos Teodoros de la Virgen Hodogetria. Rusia va a construir edificios, inspirados en Santa Sofía de Kiev (siglo XII), cubiertos con cúpulas bulbosas que se siguen haciendo sin excesivos cambios pasada ya la Edad Media.


LAS ARTES PLÁSTICAS
 

La querella de las imágenes


El desarrollo de las artes plásticas en Bizancio está determinado por el problema de la querella por el culto de las imágenes. Ésta nace en el momento en que comienza a considerarse la adoración de las imágenes religiosas como una forma de idolatría, por lo que en el año 725, el emperador León III Isaúrico proclamó el primer edicto en contra de las mismas, y a favor de su destrucción. Esta medida sacudió a las masas. Medio siglo más tarde, la emperatriz Irene se puso del lado de los iconolatras (aquellos que eran partidarios de las representaciones). Los que rechazaban las imágenes se apoyaban en la tesis de que la divinidad es irrepresentable y buscaban una religiosidad más pura e intelectual. Este pensamiento trajo consigo la desaparición de una buena cantidad de obras de arte. Por otro lado, los defensores opinaban que lo divino se podía representar desde el momento en que Jesucristo es la encarnación de Dios, y no sólo esto, sino que el artista, inspirado por Dios, era capaz de plasmar su esencia en la obra de arte. Por lo tanto, según ellos, la imagen participa de la divinidad, alberga algo de ella. Este problema no sólo atañe al arte bizantino sino que está presente también en el arte judío y musulmán. En las manifestaciones artísticas de los judíos está expresamente prohibida cualquier representación de seres animados y en el arte musulmán se da un claro el predominio de lo decorativo, de lo abstracto y del arabesco como ya veremos más adelante.



Ya que nos concierne a nosotros observar por todos los medios la religión del más alto Dios, decretamos específicamente que a nadie se le permita esculpir o pintar el signo de Cristo Salvador sobre el suelo o pavimento o en lajas de mármol colocadas sobre la tierra. 
Edicto de Teodosio II

Vemos en las criaturas imágenes que nos señalan veladamente las manifestaciones divinas.
Juan Damasceno


 La miniatura y los iconos


La miniatura adquirió una gran importancia en este período, especialmente durante el reinado de Justiniano. Se cree que en torno al palacio existían importantes talleres dedicados a esta labor. Los diferentes textos iban acompañados de ilustraciones que servían para clarificar los contenidos. Se ilustra una gran variedad de libros como octateucos, salterios, menologios, libros profanos, etc. En estas miniaturas se funden dos corrientes diferentes, por un lado la oriental de un estilo más decorativo y, por otro, la clásica, majestuosa y rica. El Dioscórides es un texto en que se recogen conocimientos de botánica acumulados en Grecia y en el que existen ilustraciones de plantas, insectos, pájaros, etc. El Génesis de Viena (siglo VI) está en el arte clásico y el arte medieval. El texto está escrito en plata y fue una importante referencia para obras posteriores. El Evangeliario Rossano, podría estar inspirado en las pinturas al fresco y en los mosaicos. La parábola de las vírgenes necias y las vírgenes sabias se relaciona con los mosaicos de San Vital de Rávena. Asimismo destacan el Codex Sinopensis y el Evangeliario de Rabula llamado así por ser realizado por el monje de Rábula.



Los iconos son otra importante manifestación plástica, sobre todo durante la Tercera Edad de Oro, aunque existan ya en el siglo IV. Alcanzaron su máxima expresión en el arte ruso. Los iconos son en realidad pintura sobre tabla, en la que se pinta normalmente la imagen de la Virgen con el niño o de Cristo, recubriendo con láminas de oro o plata casi toda la superficie para dejar al descubierto el rostro y las manos. El fondo dorado contribuye a reforzar el profundo sentido de irrealidad y divinidad que los caracteriza. Los iconos rusos son de gran calidad y tienen un mayor encanto que los bizantinos. En Kiev (actual Ucrania) tenemos algunas muestras: uno de los iconos más divulgados ha sido el de la Trinidad, cuyo autor fue Andrés Rublev, el cual representó a las tres personas de la Trinidad como tres ángeles.
as teselas.


Aspectos iconográficos bizantinos:

Pantocrátor: Cristo en majestad.
Déesis: Cristo crucificado rodeado de la Virgen y San Juan.
Kiriotissa: Virgen entronizada que sujeta en su regazo a Jesús.
Eleusa: la Virgen dialogando con el Niño.
Galactotrofusa: la Virgen amamantando al Niño.
Hodigitria: la Madre señala al Niño como camino de salvación.
Glycofilusa: Virgen que acaricia tiernamente a su hijo.
Theotokos: la Virgen ofrece al Niño una flor o una fruta.

El icono debe ser tenido en cuenta cuando se analice la pintura italiana de los siglos XIII y XIV, sobre la que va a ejercer una fuerte influencia, en especial en la escuela sienesa.

Alumno de Teophanes el Griego. El arcángel San Miguel


 Los mosaicos


Existen notables diferencias entre el mosaico romano y el mosaico bizantino. En primer lugar, los mosaicos romanos se solían emplear para revestir solerías, mientras que el bizantino se emplea para toda la superficie del muro y para las cubiertas inundando el espacio arquitectónico. También las diferencias se extienden al campo de lo técnico, puesto que las teselas (así se llamaban las pequeñas piezas con las que se realizan los mosaicos) no son sólo de piedra, sino que incorporan la pasta vítrea de diversos colores e incluso piedras semipreciosas. Con esto no queremos decir que los romanos no conocieran la pasta vítrea aplicada a los mosaicos, sino que no la aplicaron con la misma profusión que los artistas bizantinos. Éstos son más refinados a la hora de utilizar la técnica e incorporan el oro para los fondos, con lo que se consiguen los efectos estéticos que se persiguen. Las teselas tenían diversos tamaños, se cortaban según las necesidades del dibujo y se disponían de tal modo que reflejaran la luz, inclinándose ciudadosamente tras un minucioso estudio del modo y el momento en que ésta se reflejaba sobre la superficie del mosaico. 

Las imágenes que se representaban en la iglesia tenían lugares prefijados, se ordenaban según unos criterios preestablecidos, es decir: en la bóveda del ábside o en la cúpula iba la figura de Cristo, la Virgen y los santos siempre por debajo de Cristo y en el muro de los pies escenas del Juicio Final.

Los fondos son dorados, lo cual genera una fuerte sensación de irrealidad, de indefinición espacial: los personajes se ubican en espacios inconcretos e intemporales que aluden a la divinidad. Las figuras permanecen inmóviles y hieráticas, de ellas sobresale la intensidad de sus miradas. Se puede hablar de una tendencia generalizada a la abstracción y el antinaturalismo.

Los ejemplos más interesantes de musivaria que se conservan son los conjuntos de Rávena, especialmente los de San Vital, en los que se representa a Justiniano y a Teodora con sus respectivos séquitos portando ofrendas, con las características que ya hemos mencionado de hieratismo y frontalidad. San Apolinar el Nuevo y San Apolinar in Classe también conservan ricos mosaicos. En Santa Sofía se realizaron mosaicos posteriores a la construcción del edificio.



La maestría de los bizantinos en el campo de la musivaria se conoció más allá de los límites del Imperio bizantino, tanto que fueron reclamados para decorar las superficies de la Cúpula de la Roca o el mihrab de la mezquita de Córdoba.


OTRAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS


La escultura es bastante escasa en el arte bizantino, lo que es debido sobre todo al movimiento iconoclasta que dejó un temor que perduró más allá de la desaparición del problema, con repercusiones más que evidentes en el desarrollo de las artes plásticas. Conservamos algún que otro sarcófago y ambones (púlpitos laterales). La escultura de bulto redondo es más escasa aún. Se realiza alguna imagen del emperador muy expresionista, hierática y plana, contagiada por la estética bajorromana. Una de las pocas piezas de escultura de este tipo que se conservan es la Virgen Hodogetria que hoy se encuentra en el museo Victoria and Albert de Londres. Nos demuestra que los artistas estaban acostumbrados a trabajar en relieve, puesto que es bastante ancha y plana, sin apenas profundidad.

El marfil es uno de los materiales que mejor supieron trabajar los artistas bizantinos. Uno de los ejemplos más interesantes de la eboraria bizantina es la cátedra del obispo Maximiano de Rávena. Sobre una estructura de madera se fueron colocando diferentes placas de marfil, las más grandes en la parte frontal. Se recogen temas del Antiguo y del Nuevo Testamento. El marfil Barberini, es un díptico consular en el que se representa un emperador sobre su caballo, no se sabe exactamente cuál, algunos afirman que se trata de Constantino, otros sin embargo consideran que se podría tratar de Anastasio I o de Justiniano I. La calidad de esta obra es realmente excepcional. La caja Veroli se ornamentó con el rapto de Europa y el rapto de Ifigenia. El tríptico de Harbaville (museo del Louvre, siglo X) nos muestra en el centro una Déesis, un tema muy frecuente de la iconografía bizantina.

Cátedra de Maximiano. Museo Arzobispal. Rávena

Díptico Barberini. Museo del Louvre. París

Dentro de la orfebrería es absolutamente necesario hablar del Tesoro de San Marcos (Venecia), realizado en oro, plata dorada, piedras preciosas, esmaltes y cristal. Dentro de él sobresalen la Pala d'oro, o lo que es lo mismo, el retablo de la iglesia de San Marcos y una placa con una representación de san Miguel.

Pala d'oro de San Marcos de Venecia. Museo de San Marcos. Venecia

Los tejidos desempeñan un importante papel y asumen la influencia de los tejidos sasánidas. Se representan animales en círculos, lazos alejandrinos y motivos vegetales en tonalidades terrosas y ocres. Muchos de ellos pudieron llegar a Occidente envolviendo las reliquias y más tarde se emplearon para forrar las arquetas relicarias. Otro hecho que permitió que muchas de estas joyas llegasen hasta nosotros fue la toma de Constantinopla por los cruzados, que trajeron consigo a Occidente numerosas piezas y las incorporaron a los tesoros que se custodiaban en muchas de las iglesias.


Las murallas de Teodosio señalan el límite definitivo de la ciudad, hasta los tiempos modernos. Pero en el interior continúan las transformaciones: Constantino organiza en el núcleo antiguo la acrópolis, el palacio imperial y el hipódromo. Teodosio realiza un nuevo Foro mayor, en el centro de la población y amplía el puerto. Después del incendio del 532 d. C., Justiniano reconstruye el palacio y en sus alrededores construye la gran iglesia imperial de Santa Sofía, sintetizando una vez más las experiencias artísticas de todo el mundo mediterráneo. El sistema de cobertura de cúpula y los acabados de materiales preciosos -mármoles, mosaicos vítreos, adornos de metal- alcanza un nuevo equilibrio, distinto del antiguo y que desde entonces perdura en todo el Oriente: aquí empieza el nuevo ciclo de la arquitectura bizantina, árabe, persa. En la parte externa de la ciudad, Justiniano construye otra iglesia famosa, la de los Santos Apóstoles: fue destruida pero sirvió de modelo para la iglesia de San Marcos, de Venecia.
(BENEVOLO, L. El arte y la ciudad antigua, 1982)



SAN VITAL DE RÁVENA(546-548)


San Vital de Rávena es uno de los edificios más excepcionales de la arquitectura bizantina en Occidente desde un doble punto de vista, por un lado desde su arquitectura y por otro desde sus mosaicos, de extraordinaria belleza. Fue mandado construir por Justiniano, gracias a la financiación de un acaudalado banquero llamado Juliano. Las obras, posiblemente, fueron dirigidas y coordinadas por el obispo Eclessio (521-532), y más tarde por el obispo Víctor. En el año 547 la consagró el obispo Maximiano. En el exterior es un edificio sobrio que no invita a pensar en lo que podemos encontrar en el interior. Está precedido por un atrio y un nártex, de cuya función ya hemos hablado. En muchos sentidos se parece a la iglesia de San Sergio y San Baco, puesto que en ambos casos se recurre a la planta octogonal constituida por un segundo octógono que se cubre con una cúpula sustentada sobre ocho pilares con sus correspondientes arcos. Consta, además, de deambulatorio y tribuna. En planta sobresale un ábside en el que se ubica un presbiterio cuadrado. Los fustes y los capiteles es muy probable que los trajesen de los talleres de Proconesia.


Aunque los obreros encargados de la construcción de esta obra fueron de procedencia local, las maneras constructivas imitan claramente a las de Constantinopla. Ya hemos hablado de San Sergio y San Baco, como referencia referencia fundamental de esta obra, pero también deberemos aludir necesariamente a Santa Sofía. Sin embargo, a diferencia de éste, no se juega con la alternancia de espacios semicirculares y rectangulares, sino que se prefieren los nichos semicirculares que producen una gran sensación de unidad. Los ladrillos, por ejemplo, no son los que se utilizaban habitualmente en Rávena, es decir ladrillos bastante gruesos, sino que son más finos, como los que podemos encontrar en Constantinopla. Muchos de los elementos decorativos están tomados precisamente de allí: los zarcillos espinosos que recubren y pueblan las caras de los capiteles de San Vital.

Interior de San Vital. Rávena

Los muros del presbiterio de San Vital están íntegramente cubiertos por mosaicos. Todos los elementos decorativos se encuentran distribuidos de acuerdo a un riguroso orden jerárquico. En ellos se aborda el tema de la salvación que Dios brinda a los hombres desde los tiempos de Abraham. Los más interesantes, y al mismo tiempo los más divulgados, aquellos de los que nos vamos a ocupar de un modo especial son los de los muros laterales del ábside, en los que podemos contemplar a Justiniano con su séquito en un muro y a su esposa Teodora con el suyo en el otro en el momento en que transportan ofrendas para la consagración de la iglesia. Acerca de la técnica, Corrado Maltese nos dice: "Las teselas, de distintos tamaños, se crtan según las necesidades del dibujo (con preferencia por la forma cuadrangular), se incrustan de forma que reflejan la luz. La inclinación de las teselas está cuidadosamente estudiada en relación con la reflexión de la luz proveniente de las ventanas (...)". Además, debemos decir que los materiales empleados para la realización de las teselas no eran solamente la piedra, como habían hecho los romanos, sino que también se empleaban aquellas hechas con pasta vítrea de múltiples colores, especialmente doradas y piedras semipreciosas.


Si partimos el mosaico en el que aparece Teodora con su séquito, nos daremos cuenta de que en el arte bizantino las imágenes son símbolos. Dentro de una estancia bellamente decorada en la que aparecen varios cortinajes que han servido a los especialistas para conocer cómo eran los tejidos bizantinos, encontramos a Teodora bajo una cúpula avenerada de mayor tamaño que el resto de los personajes, todos ellos de la misma altura (esto se denomina isocefalia y es muy característico de los mosaicos bizantinos). De los rostros de los personajes representados, lo que más nos llama la atención es la mirada penetrante, presente también en muchos Cristos bizantinos. La mirada es el mecanismo que sirve para transmitir la fuerza del ser humano, es una alusión a su espíritu. Es decir, detrás de la corporeidad de los seres humanos se esconde su alma. No existe profundidad, ya que no interesa la fidelidad con respecto a la realidad, sino que estamos ante un símbolo, ante una abstracción, con el que se busca, principalmente, subrayar el poder de los emperadores y su adhesión a las causas de la Iglesia. Se prefiere transmitir una sensación de intemporalidad que se consigue perfectamente en este caso.

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